La Navidad es un estado de ánimo y, como cualquier otro, se puede transformar hasta hacer de estas fechas un periodo más llevadero.
No existe discusión a la hora de determinar el motivo que amarga a más personas cuando llegan estas fiestas: la pérdida de algún ser querido. «A veces, la inercia del trabajo y de la cotidianidad de los días hace que no nos demos cuenta de que se nos ha ido algún familiar, pero en estas fechas su silla vacía te pone frente a la realidad. Es algo que le sucede mucho a viudos y viudas, pero es esencial atravesar ese dolor para poder volver al mundo.
Aunque no siempre una pérdida es sinónimo de funeral. También les sucede a parejas que se separan o se divorcian. Que pensaban que su familia era perfecta y, de repente, se dan de bruces con su presente. Se genera una comparativa entre lo que tuve, lo que tengo y lo que iba a tener… algo que evoca nostalgia. Las expectativas son las principales culpables de que se sufra en Navidad. En muchas ocasiones, se pone el listón bastante alto.
Son estos dos conceptos, los de nostalgia y exigencia, los responsables de que muchos pasen un mal trago en este lapso de tiempo. Y es aquí donde aparece la famosa hipocresía navideña, acuñada por aquellos que no comulgan con esa norma social no escrita que dicta que hay que ser mejor persona en Navidad o que se molestan cuando viejos conocidos de los que no saben nada durante todo el año reaparecen esporádicamente para desearles felices fiestas.
En lugar de celebrar que se hayan acordado de ellos, a más de uno le descoloca recibir mensajes de individuos que ya no están en su día a día.
Otras razones que desequilibran la balanza a favor de los que no reciben con júbilo la Navidad son la falta de recursos de quienes no pueden permitirse subir al tren del consumo; el exceso de tráfico y de aglomeraciones tanto en la calle como en los centros comerciales; las disputas familiares; y, cómo no, su polo opuesto: el sentimiento de soledad.
En este periodo, la sensación de abandono se da máxime en mayores de 60 años. El imaginario social dicta que la Navidad es alegría, positividad y amor, pero eso choca con su realidad. Sobre todo les sucede a aquellos que están en residencias o en hospitales, y ésta es una tendencia que irá a más, debido al imparable envejecimiento de la población.
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